domingo, 26 de agosto de 2018

Apego a lo ilusorio

Colores que no se olvidan. Marcas que penetran en lo más íntimo, dejando caer el manto. Y mientras tanto, a oscuras mi rostro.

Va naciendo el crepúsculo y sus manos no dejan de acariciar mi cabello. Girando hacia la belleza de una lágrima, mi puño aprieta el saco lleno de flores secas, temiendo a verlas convertidas en fino polvo que acabaría mezclándose con su cuerpo.
Que triste...

En aquellos tiempos, un dios me hizo creer en la posibilidad de refugiarme en la llanura de los corazones para así evitar romperme, pero la diferencia es que mis dedos eran fría porcelana y los otros de cálida cera fundida.
Más tarde, quise creer en un rayo de luz en el cielo, sin darme cuenta hasta el último momento que se desvanecía en el negro de la noche.

Oí que las almas suelen ir de las manos hacia sus destinos, cada cual los conoce y cuida con cantos armoniosos. Mi pecho solo grita por no poder ver mas allá de mis pies descalzos. Esta neblina me está absorviendo, y lo peor de todo es que la flecha ha desaparecido.

Siento tanto haber roto las macetas de su jardín...siento tanto haber querido quedármelas, que ahora mis manos se encuentran ensangrentadas y hasta que no termine de recoger los trozos punzantes, el dolor no cesará.

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